lunes, 19 de octubre de 2009

III

Ana y Mía.


Realmente, no sé por qué se me ocurrió vomitar, pero comencé. Solía vomitar dos veces al día. Llegaba del instituto, me pesaba sin ropa, comía, vomitaba y me pesaba para asegurarme de que mi estómago estaba totalmente vacío. Cuando me lavaba los dientes, me miraba al espejo, sonreía y pensaba: -Bien, lo estoy consiguiendo-. Apuntaba todo lo que comía en una libreta y el resultado de las cinco veces que me pesaba al día. Las tardes que estaba sola en casa solía darme atracones y luego lo vomitaba. Estaba muy contenta porque realmente estaba más delgada pero quizá estuviera también más irritable y tenía más ansiedad por comer.
Desgraciadamente, mi madre se enteró. Nunca olvidaré la noche en la que tuve que decirles a mi padre y mis hermanas lo que hacía. La relación con mi madre empeoró bastante, no la soportaba, la culpaba a ella de todo y pensaba que, de no haber sido por ella, habría alcanzado mi peso y todo habría acabado. Me llevaron a un sitio para perder peso, pero no funcionó. Vino el verano y, no sé cómo, pero engordé 15 kilos. Imagina cómo me sentía, con lo que me horrorizaba engordar. Lógicamente, nunca dejé de vomitar, pero mis padres no lo saben. No es fácil dejarlo de un día para otro, porque se convierte en una costumbre y hay veces que lo hacía ya sin darme cuenta. No lo hacía con tanta frecuencia, pero no pasaba una semana en la que no vomitase alguna vez.
Hace tiempo que venia mirándome al espejo, tratando de encontrarme conmigo misma, mirando fijo, a mis ojos... para ver si detrás de ellos puedo ver realmente quien soy, para ver hasta donde llego... y saber donde estoy.
Trato de concentrarme, de enfocarme en mi realidad en mi misma, buscando respuestas. Me cansé. Me dirijo hacia la ducha... apenada, confundida sin entender por que tanto dolor. La prendo en tibia. Cierro mis ojos y dejo caer el agua en mi cara... hasta que cada gota recorriera todo mi cuerpo. Me siento. Saco la rejilla donde se va el agua. Abro la ducha aun más fuerte. Agacho mi cabeza... miro mi cuerpo, me veo gorda.
Pongo el índice y el medio sobre mi lengua, los deslizo con rapidez hasta que llegue a la garganta. Viene la primera arcada... Ahí va, saque todo... hasta que mi panza quedo vacía. Mis ojos lagrimeaban... mi mente estaba perdida. Mi cara quedaba pálida. Vomitaba, sangraba, lloraba, me lamentaba sola en el retrete, y me preguntaba a mi misma gritando en mi casa porque era tan débil y tan sumamente asquerosa y deprimente.
Un día, tras vomitar varias veces mi cuerpo no pudo más. Me desmayé. Me internaron. Estaba anémica... muy débil, tenía la presión muy baja y me tuvieron más de 10 horas en observación. No encontraron nada, solo que no estaba comiendo bien. Recuerdo que fue horrible, cuando abrí los ojos estaba en el sanatorio lleno de medicamentos, tenia cables por todos lados. Muy doloroso, para mi, ver a mis padres tan preocupados. Mi madre llorando desesperada... sin entender el " por que" de todo. Mi padre tratando de calmarla, nervioso, nunca lo había visto tan tenso tan... histérico. Me dieron el alta y a la semana volví a desvanecerme otra vez. Fue en un fin de semana largo. El resultado fue quedarme viernes sábado domingo y lunes en el sanatorio ingresada por las consecuencias de un atropello.
Nadie supo nunca por qué me desmayé. Decían que tenia que hacerme un control general y de ahí ir destacando los resultados y así poder llegar a una conclusión. Fuimos con mi mamá a ver una clínica, le contamos los síntomas que tenia y resaltando los desmayos y la anemia que tenia por los vómitos. Nos sugirió para empezar, un análisis de sangre y orina. Donde los resultados dieron positivos, aunque en la sangre tenía pocos glóbulos rojos. Sin duda, estaba muy anémica, me recomendó que coma mucha fruta y jugo natural.
Recuerdo que ese día mamá se había puesto sumamente tensa y densa. Su mirada ya no era la misma, era una mirada tímida, oculta, profunda y con mucho miedo.
Desde ese día las cosas empezaron a cambiar, los almuerzos cada día se hacían mas silenciosos… solo se escuchaba el ruido de los cubiertos, y las miradas que iban y venían controlándome cada bocado que ingería.
Arrancó la semana, el lunes a primera hora me llevaron a la ginecóloga, donde para comenzar me dijo que comenzara haciéndome un eco grama para ver como estaban mis ovarios y como esta funcionando todo por dentro. Tenía que tomar 3 litros de agua antes de ir y por cierto, no comer nada desde la noche anterior.
Tenía Quistes pegados en los ovarios, que eran tumores que se formaban ahí… según el doctor no era muy alarmante mi situación, aunque si no seguía un tratamiento me podía agarrar cáncer, éste consistía a un año con pastillas sumamente asquerosas. Y empecé a tener una nueva rutina en mis días, tomar siempre a la misma hora y seguir los colores que indicaban la fichita que traía la pastilla. Era sumamente estresante, o por lo menos para mí. No podía tomar alcohol por un año y medio, porque si lo hacia tenia que empezar el tratamiento todo de nuevo, y así se iba a extender mas y mas.
Los días pasaban y eche a perder esa maldita rutina, mi boca ya expulsaba la pastilla y luego directamente ni iba a buscarla a la farmacia. No me importaba a que me estaba arriesgando, o si podía agarrarme cáncer o lo que fuera. Pero no tenía ganas de nada, sentía que nunca te ibas de mi cabeza, y solo quería cortarme y vomitar.
Me manipulabas, me prometías cosas que nunca me diste, me hablabas y yo te creía… y nunca entendí quien eras, solo supe siempre que estabas dentro mío, y no solo manejabas mi cabeza sino también mi cuerpo.

1 comentario:

  1. todo esto es una estupidez, lamento el tiempo que imberti en leer esta mierda. si se quiere matar peguese un balaso y ya.

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